martes, 21 de febrero de 2012

Capítulo 1, Libro 1


El sol comenzaba a ponerse en el horizonte y la temperatura iba bajando a medida que la luz natural se atenuaba. Las farolas se comenzaban a encender y Brightport se iba inundando así de aquel reflejo dorado. En las pantallas de la Plaza de la Victoria comenzaban a mostrarse los nombres de aquellos evolucionados a los cuales las partidas de caza habían encontrado y eliminado en aquella jornada, ante lo cual muchas personas se reunían allí, ya fuese preocupados por algún familiar que hubiese huido, por algún conocido en dicha situación, por puro y simple morbo o incluso por apuestas. No eran apuestas ilegales, ni mucho menos: el propio Gobierno Decisor de la ciudad había facilitado estas apuestas instalando una cabina acristalada en la cual se marcaba la apuesta, un código referente a la cuenta bancaria y se metía la cantidad de dinero que se ponía en juego. Si se ganaba, ese dinero iba directamente a la cuenta del vencedor y, si no ganaba nadie, ese dinero se recaudaba como impuestos.

Hecha la ley, hecha la trampa. No eran pocas las ocasiones en las que este dinero caía en manos del Gobierno Decisor, puesto que la apuesta no podía darse en intervalos, y acertar el número exacto, en días de muchísima actividad, en los que las partidas podían haber matado a decenas de evolucionados, superando alguna vez el centenar, era muy difícil de adivinar.

Aquel no era uno de esos días, inclusive podría haber sido un día demasiado simple. La muerte del Kaiser Zauberkünstler y la ausencia de decisión por parte de los miembros del Gobierno de nombrar a un nuevo Kaiser, a un sucesor, retenía a un gran número de militares y miembros del orden dentro de la capital por miedo a una rebelión, una manifestación de sus verdaderos deseos como ciudadanos. Quedaban partidas en el exterior de la ciudad, fuera de la barrera metálica que separaba a Brightport de los bosques que la rodeaban, vigilando por si encontraban a algún evolucionado más que añadir a la lista de 3 muertos de aquel día.

‘’Aleena Svensson, Thomas Michalka y Dominic Lockterra’’, los ojos morenos de una chica, ataviada con un vestido corto blanco y un chaquetón de pelo gris, leían y releían los tres nombres allí puestos. Se había equivocado de manera rotunda, tanto en número como en nombres, sobretodo le había descolocado ver el nombre del pequeño de los Lockterra allí cuando el del hermano mayor aún no había aparecido, estando bastante mayor y demacrado la última vez que la chica había estado en el campamento del camino de Ancient Bay. Y podía obligar a la gente a hacer mil cosas, podría dar una orden y la mitad de los allí presentes la colmarían a regalos, le darían lo que tuviesen o lo que ella quisiera. Pero no era tan divertido, no tanto desde que había descubierto que en la vida existía un componente llamado azar, que todo lo cambiaba. En algunas personas, la emoción estaba en engancharse de un cable y tirarse desde un puente para liberar adrenalina. En el caso de Ainhoa Berneri, liberaba adrenalina única y exclusivamente cuanto menos podía controlar de lo que sucedía a su alrededor, por lo que iba allí todos los días, a la Plaza de la Victoria, seducía a algún hombre y apostaba un poco de dinero.

Chasqueó la lengua y se recogió el cabello en una coleta antes de salir de aquel lugar. Un día de mala suerte, y a la máquina no podía darle una orden para hacerla ganadora. Tendría que buscar alguna manera de divertirse aquel día. Entonces escuchó una pequeña melodía proveniente del bolsillo del chaquetón y la pantalla del teléfono móvil indicaba que había llegado un mensaje. Un mensaje de ‘’Papá’’. Extrañada, puesto que no era algo demasiado común que su padre se preocupara por ella cuando se encontraba fuera de su casa, y mucho menos común que en el mensaje pusiera que ‘’saliese corriendo de la ciudad lo antes posible, que no estaba a salvo’’.

Las piernas le temblaban y la primera idea que le vino a la cabeza fue reírse, irónicamente. No podía ser que la hubiesen descubierto, que hubiesen descubierto su secreto. ¿Cómo podían descubrir a alguien cuyo poder era convencer a los demás? ¿Es que acaso dejaba una estela de destrucción a su paso que ella era incapaz de ver?

Un par de segundos más de duda y sería carne de las partidas de caza dentro de Brightport, así que tendría que aprovechar el poco tiempo que le quedaba der ser una evolucionada anónima más a ser el objeto de deseo de todo. Giró sobre sus talones y echó a correr calle abajo, hacia la salida más próxima de la ciudad. No se encontraba lejos de la Puerta Sur y podría llegar en cinco minutos a lo sumo corriendo. Se le despejó la mente: ¿cómo iban a poder cazarla en menos de cinco minutos?

Giró un par de calles, casi volando de lo rápido que iba, pasando por delante del Palacio de Justicia y rebuscó en sus bolsillos la identificación que necesitaba para poder salir de la ciudad más allá de las ocho de la tarde. La ciudad ya estaba completamente a oscuras cuando alcanzó la Puerta Sur de la ciudad y, con las manos vacías, sólo podía valerse del guardia que había junto a la salida.

No necesitó ni diez segundos en darle la orden para que apretase el botón y ella pudiera salir de Brightport. Pero algo iba mal. No podía ser tan fácil.

Observó el cuerpo de un chico apartándola con la mano y cómo algo pasó rozándole el cuerpo, quemándole la piel y rasgándole parte del vestido a la altura del muslo. Los cabellos se le habían desprendido de la coleta a medida que había avanzado corriendo y, en ese momento concreto, estaba demasiado aturdida. Volvió a notar la fuerza del chico tomándola de la mano mientras una voz le gritaba que corriese, que estaban persiguiéndola.

 Tras ellos, una partida de caza de unos diez miembros les perseguían internándose en el bosque. Un árbol, dos árboles, diez árboles… dejaban atrás vegetación y más vegetación, perdiendo completamente de vista la ciudad. Incluso parecían haber dejado atrás a los guardias cuando llegaron a la orilla de un lago, donde el chico se rasgó parte de la camiseta para vendarle la pierna herida que había limpiado con agua del lago. Había sido un movimiento rápido y fluido: el agua ni había tocado la mano del chico y un pequeño chorro emanó el lago en dirección a la pierna de Ainhoa, que aún no se recuperaba de la conmoción.

Tras un par de minutos aparecieron de nuevo los militares de la partida de caza y el chico gritó a Ainhoa que corriese hacia el lado contrario del lago, mientras él volvía a hacer movimientos fluidos con sus manos y una gran ola impactaba contra un par de los soldados. No obstante, cuando el agua golpeó sus cuerpos, a la vez, hubo un ruido más potente que aquel impacto. El cañón de la pistola de uno de los militares que no habían sido alcanzados por la ola desprendía humo.

Y, sobre el chaquetón de pelo, una mancha roja comenzó a extenderse por la ropa de la italiana.

domingo, 19 de febrero de 2012

Libro 1: Prólogo


Nunca me había gustado cruzar las fronteras entre las distintas tierras de los Imperios, y menos aquella: la frontera en el extremo más al norte de lo que alguna vez alguien llamó Estados Unidos. Resultaba fascinante que el Kaiser hubiese conseguido mantener aquel territorio a salvo y en su poder pese a estar rodeado, y nunca mejor dicho, por los Estados de la Alianza, que había conseguido mantener el resto del territorio estadounidense en el pasado. Bueno, realmente no es que hubiesen conseguido mantener los Estados, la cuestión era mucho más simple: al Kaiser no le interesaban aquellos territorios sobreexplotados, carentes ya de materias primas, y nunca había intentado apoderarse de ellos durante la decadencia que sucedió al suicidio de la Presidenta Sinclair. La única excepción había sido Alaska, lo cual no dejaba de ser un hecho irónico, puesto que aquella región había estado casi abandonada, yo misma acababa de comprobarlo durante las últimas semanas. Supongo que algo hizo ver a Zauberkünstler que aquel lugar le haría falta en un futuro y tenía la excusa de la rendición de los Estados de la Alianza para tomar Alaska, así de simple.

''La vida son momentos'' me repetía constantemente mi padre con una media sonrisa, ''lo mejor que puedes hacer es aprovecharlos''. 

Y eso era lo único que se me ocurría, aprovechar el momento, la situación al sur de aquel pequeño territorio del Kaiser para escaparme hacia los Estados de la Alianza y buscar a aquel jodido hombre que tantos quebraderos de cabeza me estaba trayendo desde que James nos hablase de él en el campamento de Brightport. Por suerte, los guardas de las fronteras de Alaska, debido a la dejadez del Imperio del Kaiser –a pesar del interés mostrado en su toma- eran bastante ineptos, algunos incluso analfabetos, por lo que mi documento falso no supondría ningún problema. Les daría la tarjeta identificadora con el nombre de Eva Remée y mi foto pegada de manera precaria, les hablaría a los guardas de la pequeña oficina provisional instalada en Auke Bay y comprenderían los hechos a la perfección. 

Realmente ese documento había surgido de una muerte. Pero… si podía aprovecharlo para beneficio propio, aunque mi objetivo en principio no hubiese sido acabar con la vida de aquella mujer, debía emplearlo a mi favor. Y mejor haber matado a haber sido asesinada. Si por algo se caracteriza Alaska no es precisamente su hospitalidad con las recién llegadas, y mucho menos con una venida del Viejo Continente.

‘’La vida son momentos, lo mejor que puedes hacer es aprovecharlos’’, me repetí mentalmente intentando simular la voz dura y fría de mi padre. 

El autobús ya estaba llegando a su destino y la nieve caía incesablemente, así que agarré la gruesa capa de una ruda tela, adquirida con los pocos ahorros que me quedaban tras haber comprado el billete de autobús, esperando que todo saliese bien. Hubiese preferido llegar por mis propios medios, pero ante aquel temporal, no podía arriesgarme a morir congelada, así que en cuanto noté frenar y aparcar el automóvil, me coloqué la capa y me eché la capucha por encima de la cabeza, cubriéndome el cabello y el tatuaje en mi nuca. Esperé a que bajasen los demás pasajeros (un par de ancianas que se habían dedicado todo el viaje a coser y hablar de las penurias del pueblo donde estaba viviendo el hijo de una de ellas, un señor de unos cincuenta y largos con un sombrero y una gabardina oscuras, tres adolescentes de ropas roídas, seguramente huérfanos de más de dieciséis años, a los cuales no quieren ya ni en las casas de acogida, y una familia afroamericana) y seguidamente bajé por la escalerita metálica hasta hundir los pies un par de centímetros en la nieve. 

Crucé la frontera sin ningún tipo de problema y entré en una cafetería para resguardarme del frío a toda velocidad: llevaba varias horas encerrada en el autobús y necesitaba reponer fuerzas. La única suerte de aquel sometimiento de los Estados de la Alianza al Imperio de Zauberkünstler, aunque los Aliados (gobernantes de los Estados) aún mantuviesen que no fuese así,  es que existía una única divisa, la libra germana, con la que pagué el tazón de chocolate caliente y las tostadas con panceta y huevo de paloma que me tomé allí. Comencé a comerme aquella especie de ‘’desayuno’’, que perfectamente podría ser mi única comida al día, y noté cómo la gente, que cuando entré estaba inmersa en sus debates y discusiones reducidas, comenzó a callarse y a mirar a la televisión.

-Sube el volumen, Margaret –instó un señor con barba y gafas oscuras. 

En la pantalla podíamos observar un avance informativo, noticias de última hora y en el plató, la cara cansada de la presentadora, quien daba muestras de no haber dormido en bastantes horas (ojeras o los cabellos despeinados) que se mezclaban con una especie de expresión de perplejidad o sorpresa, no conseguía descifrar muy bien el qué. Cogió el papel, con los dedos temblando y comenzó a leer el titular con una voz, levemente jovial, que no se correspondía al aspecto que presentaba:

-Acaba de comunicar oficialmente la Casa Imperial de los Schwarzen-Wölfe que el Kaiser, Alexander Zauberkünstler, ha fallecido esta mañana a causa de una insuficiencia respiratoria –tomó aire, cerró los ojos y suspiró-. En cuanto tengamos más información, se la transmitiremos.

Fue entonces cuando se hizo el silencio sepulcral en la habitación. Papá había muerto.

sábado, 11 de febrero de 2012

Documento número 6


11 de febrero
Año 25 después de la llegada del Kaiser
Mapa  del reparto de los territorios por los tres Imperios



martes, 7 de febrero de 2012

Documento número 5


7 de febrero
Año 25 después de la llegada del Kaiser
Noticia acerca de la desaparición de Avalon
Telediario BTV
Transcripción literal

En otro orden de cosas, ha desaparecido de los laboratorios de la Corporación Quimera el cuerpo de una evolucionada que estaba siendo estudiada por la doctora Gabrielle Saint Michele. La principal sospechosa de este hechos es la propia investigadora, que ha desaparecido también, presuntamente con el cuerpo de la evolucionada. A medida que descubramos nuevas informaciones se las iremos contando.

jueves, 2 de febrero de 2012

Documento número 4

4 de febrero
Año 25 después de la llegada del Kaiser
Informe redactado acerca del sujeto nº 35 entre las 22:30 y las 00:00, sección X
Documento de la Dra. Gabrielle Saint Michele

El sujeto lleva tres días en observación en el laboratorio y, a pesar de no presentar heridas de gravedad ni estados alterados en su organismo más allá de su evolución, no ha respondido ante los estímulos presentados con la intención de despertarla del letargo al cual está sometida. La única anomalía encontrada en su organismo viene del origen de su evolución, puesto que se observa un patrón de desarrollo anómalo con respecto a los patrones de desarrollo y la creación de las redes de poder del organismo de otros evolucionados que me han mandado desde Brightport. 

En suma a lo descrito en días anteriores, podemos definir por tanto al sujeto como una mujer adolescente, de una edad comprendida entre los dieciséis y los dieciocho años, de tez clara, ojos castaños, de la misma manera que su cabello es largo, castaño y levemente ondulado. Presenta una anomalía evolutiva de carácter aún desconocido debido a su letargo que ha sido desarrollada en su organismo de manera inusual en comparación con otros sujetos de investigación previos.

En otro orden de cosas, hoy he podido encontrar una marca en el cuerpo del sujeto que no había visto previamente en la nuca, tatuada con tinta negra. Son seis letras que describen la palabra AVALON. No sé a qué puede referirse más allá de aquella isla mitológica. He investigado y no hay ningún tipo de proyecto a nivel de investigación con ese nombre o código. Tal vez sea una información menor que no presenta ningún tipo de relevancia.

domingo, 29 de enero de 2012

Documento Número 3


1 de febrero
Año 20 después de la llegada del Kaiser
Fragmento del discurso del Kaiser por el día de la toma de Brightport, publicado y difundido en papel 


Son tiempos duros para la ciudad de Brightport. Son tiempos duros para cualquier persona normal en este lugar: a nuestro alrededor, colonias de evolucionados esperan, acechan las murallas, los fuertes de nuestra amada ciudad. Desean tomar el mundo y el único paso que deben realizar es tomar la ciudad más desarrollada del mismo.

El universo no está creado para los cambios impuestos. La ciencia ya creó una manera de salvarles de su terrible mal y decidieron rechazarla. Están contentos con sus males. Están felices de ser unos mutantes, unos monstruos. Se reúnen en campamentos para enorgullecerse de lo que son, contar cómo poder acabar con nuestros comandos. Toman gente inocente, pura, y arrasan con pueblos enteros.

Es más, se atreven a desafiar el Imperio que desde aquí dirigimos. Un Imperio que podría llevar a Brightport a ser la ciudad más importante de la Historia de la Humanidad. Un Imperio que sólo desea el bien de todos los humanos puros de corazón, de espíritu y de naturaleza. No somos seres corrompidos por extrañas fuerzas de la naturaleza, caprichos de la genética y nos merecemos ser quienes dirijamos este mundo.

Imploramos a la coherencia. Imploro a la coherencia: si conocen a alguno de ellos, denúncienlo. Si saben de alguien, si sospechan, coméntenlo, grítenlo en voz alta. Porque no nos van a callar y porque ellos no merecen las tierras que con tanto esfuerzo conseguimos. Ellos no son el siguiente salto en la escala evolutiva. Son el retroceso.

Incluye una fotografía del Kaiser haciendo la señal del Lobo y una anotación al final escrita en tinta negra: No habla de Avalon.  

sábado, 28 de enero de 2012

Documento Número 2


28 de Enero
Año 20 tras la llegada del Kaiser
Declaración de un miembro del comando Z2II

Se oían gritos alrededor de nosotros y no podíamos ver nada, porque todo estaba en llamas. Estábamos en mitad de un círculo de fuego y ninguno sabíamos qué era lo que debíamos hacer. No obstante, las llamas no se acercaban a nosotros… Era extraño, porque además sabíamos que ese no era un fuego normal, no era ‘’fuego fuego’’, sino que veíamos que su composición era como más… viscosa. No sé.

¿Fuego viscoso?

Sí, sé que suena extraño, pero no era un fuego normal. Imagino que me puede tomar por un idiota pero sé que ese fuego era de ese hombre.

Evolucionados, ya lo sabe usted.

Estaré diciendo chorradas.

Prosiga, por favor. ¿Qué fue lo que sucedió tras encontrase en aquel círculo de fuego?

Fue… confuso. Sí, confuso es la palabra que mejor lo define. Hubo un fogonazo de luz y se apagaron las llamas por arte de magia, como si nunca hubiesen estado allí, pero con el humo no podíamos vislumbrar bien lo que nos rodeaba. Le digo, fue confuso. No vimos nada ni a nadie después de encontrarnos allí. Encontramos a Lockterra y a su gente, nos atacaron, hubo un fogonazo de luz y se acabó, no había fuego, ni había Lockterra.

¿Se esfumó?

No lo sé. Sólo sé que esa gente la tenían.

¿A quién?

A la hija del Kaiser.